¿Porque los diablos tienen que ser hombres? “Diablada”, película chilena con estreno virtual el 8 de mayo

La pregunta flota un instante en la familiaridad cotidiana de un desayuno que un padre comparte con su hija, en una casa construida sobre un trozo del desierto, que actúa como un enorme testigo silencioso. Las diabladas son parte de una danza religiosa, con participantes que bailan enmascarados en honor a una santidad, donde paradójicamente el Diablo Mayor es el primer bailarín.

La película chilena “Diablada” se inspira en la alegre rebeldía de jóvenes mujeres, que sin saberlo van camino a la muerte, encadenadas como en una procesión desgraciada, hacia una historia de barbarie en medio del desierto. Historias que transcurren bajo la indiferencia oficial de las máscaras de la discriminación, que jamás se quitan del todo.

Todas tenían algo en común: mujeres, pobres, viviendo en los extramuros de la gran ciudad, en Alto Hospicio, recreada en la ficción de la película “Diablada”, como Molle Viejo.

Corría el año 1998 y un  sicópata aprovechaba la desidia de la policía y autoridades de turno para violar, asesinar y hace desaparecer a jóvenes mujeres, la mayoría de ellas aún adolescentes. Una tras otra van desapareciendo, para desesperación de sus familiares que rechazan la teoría de que habrían emigrado a Perú o Bolivia para prostituirse, en una búsqueda por escapar de la miseria.

Sin embargo, gracias al testimonio de una sobreviviente, abandonada por su agresor tras pensar que estaba muerta, se pudo dar con el culpable. Julio Pérez Silva, “El Psicópata de Alto Hospicio” era el asesino en serie, finalmente condenado a presidio perpetuo por violación y homicidio de catorce mujeres.

Su director, Álvaro Muñoz, recrea la historia incorporando magistralmente la dureza de las vidas moldeadas por la inmensidad del desierto, y las esperanzas que nacen desde la lucha de las familias, que jamás se dan por vencidas en la búsqueda de sus seres queridos.

Muñoz, destaca que la película no nació solo para mostrar lo que aconteció en Alto Hospicio, sino también para graficar el panorama de violencia de género que ocurría y que ocurre en Latinoamérica. Además, agrega, estaba la “desidia de las policías e instituciones, en un contexto donde montones de políticos repetían que las instituciones funcionaban, pero había un subsuelo que era el machismo donde no funcionaba nada y todavía nada funciona”.

Bajo esta perspectiva, aceptó la invitación de Yestay Producciones, para que esta historia no quede solo como parte de la crónica policial, sino “porque también hay un tema ético como hombre de apoyar al feminismo, de erradicar malas prácticas que uno también como hombre que lleva cosas machistas”.

Para Álvaro Muñoz, finalmente la discriminación está presente en sus diversas formas en toda la historia que relata la película, “evidentemente tiene aspectos de discriminación de género, en este caso bastante explícito en cómo las policías tratan a la gente, a las mujeres; también la discriminación económica, por ser pobres las personas tienen otro trato en este país, y también la discriminación a través de un personaje que quiere ser “diablo” en la diablada, pero no se le permite por ser mujer”.

“Diablada” se estrena el 8 de Mayo a las 22:00 horas, con preventa desde el 12 de abril en PuntoTicket.

Resumen
La historia de ficción transcurre en Molle Viejo y se centra en un padre y su única hija, la que termina siendo una víctima más del sanguinario asesino. Nené, la joven, un día no regresa a casa y su padre, presagiando lo peor, se embarca en una frenética búsqueda -junto a los otros familiares- tras las pistas de las jóvenes desaparecidas.  Colabora en esta tarea Rosaura (Catalina Saavedra), una policía muy singular que empatiza con la causa y decide unirse a la cruzada.

Producción
La investigación realizada por la Productora Yestay duró dos años, entre los años 2015 y 2016, lo que implicó decenas de entrevistas con las familias de las víctimas, dando origen al guión inédito que recoge la dramática historia.

El telón de fondo de la película fue la  provincia de Huasco en Atacama, cuyo rodaje duró 6 semanas. En él se integró a personas de las comunidades locales, lo que hizo parte de un diseño de producción que dio credibilidad al relato.

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