Por 15 dólares extras, sumados a una entrada de 25, es posible vivir “The Oscars Experience”, un sitio en el segundo piso del Museo de la Academia de Cine en la ciudad de Los Ángeles donde es posible levantar un Oscar, se supone que real, pero sin placa identificatoria, y ser grabado durante 15 segundos con un público digital que ovaciona tal hazaña, para luego enviar por correo electrónico un resultado en video inversamente proporcional al fervoroso entusiasmo de los empleados que explican cómo tomar el Oscar y mirar a la cámara.
Los norteamericanos tienen el sentido del espectáculo impregnado en sus venas, pudiendo transformar cualquier menudencia en vitrina apetecible, de otro modo, no se entendería esa capacidad de transformar una muñeca de plástico en un hit de audiencia seguro, y como segundo conejo en el sombrero, tampoco sería difícil ver el mismo truco para 3 horas de un drama que recrea la vida de uno de los gestores de la bomba atómica.
“Barbie” y “Oppenheimer” son tan diferentes y parecidas a la vez, que resulta paradójico e infructuoso intentar defender a una en desmedro de la otra. La crítica especializada ha tratado bien a ambas, y sus protagonistas han invitado a verlas ¡el mismo día! Y como en río revuelto, aunque aquí el movimiento del agua no es aleatorio, Tom Cruise ya saca ganancias alegres, porque sin rencor y envidias, también ha aplaudido a la competencia frente a su “Mission: Impossible 7”. ¿Buena onda?… probablemente. ¿Estrategia estudiada?… sin duda alguna.
Hollywood se mueve con cuidado quirúrgico en estos días, debido a dos dimensiones que han resultado profundas y traumáticas para su negocio. La primera podríamos denominarla “post-pandemic effect”. Después de dos años en una pausa de audiencias que tuvo a la industria cinematográfica en vilo, había que traer agua al cántaro nuevamente, en eso Christopher Nolan, director de “Oppenheimer”, fue pionero, intentando reactivar la presencialidad por medio de “Tenet” (su anterior film) con dificultades tan grandes que, de paso, le costó su relación histórica con Warner Bros, compañía que quería ir en paralelo al streaming.
El otro fue el propio Cruise, quien se la jugó completo en plena pandemia retardando su misión imposible, sumando su salto en moto que ya es sello de presentación en sus posters (cuento aparte “Maverick” que resultó ser otro éxito insospechado para él). Con tales esfuerzos, recién ahora se ve un retorno de las audiencias a las salas, público que parecía estar acostumbrándose a la comodidad del streaming (Netflix, Amazon, Apple TV… grandes ganadores durante el encierro).
La industria cinematográfica ha sobrevivido casi 130 años. Al miedo inicial de la gente, al sonido, a la televisión, al streaming, a las pandemias y a las huelgas. No es de extrañar entonces que también salga de esta crisis a fuerza de colores rosas intensos y de explosiones reales que asemejan a las atómicas, aunque eso signifique agotar el stock de pinturas de ese color (ojo, quizás esto haya sido otro cuento de marketing) o cumplir con los requerimientos de un Nolan que detesta el CGI (efectos digitales) y manda a explotar propano, aluminio y magnesio de forma real.
¿Valió la pena gastarse 15 dólares para levantar un Oscar?… Mmm, discutible. Warner Bros. Studio Tour permite hacer lo mismo gratis al final del recorrido, con un trofeo con placa entregado en 1957 al mejor corto de animación, luego, la store por supuesto. Así es Hollywood.
Por Maciel Campos Director de la Escuela de Publicidad y Relaciones Públicas Universidad de Las Américas.