Hace algunos días, la imagen de niñas y niños caminando bajo la lluvia en Valdivia —de regreso a su jardín infantil tras una salida pedagógica— generó diversas reacciones en redes sociales. Muchos se preguntaron: ¿deben ir a clases cuando llueve o es mejor quedarse en casa? Y durante la pausa que significan las vacaciones de invierno vale la pena reflexionar sobre esto.
Chile tiene múltiples realidades geográficas, climáticas y sociales. Ya es habitual suspender clases por lluvias intensas, calles inundadas o falta de conectividad. Pero no podemos naturalizar que estos factores impliquen dejar de ir al jardín o la escuela.
Más allá del clima, lo importante es no perder de vista lo esencial: cada día cuenta en la educación inicial. Cuando una niña o niño falta al jardín o a la escuela, pierde experiencias valiosas de aprendizaje y vínculo. No se trata solo de contenidos, sino de rutinas, lenguaje, habilidades sociales y emocionales que se construyen en la interacción diaria. Por eso, mientras más constante sea la asistencia, mayores serán los beneficios.
Aceptar que los días de lluvia no deben considerarse como días perdidos implica reconocer que la educación en la primera infancia requiere continuidad constante. Frente a la lluvia, el mensaje debe ser claro: la asistencia debe mantenerse igual. La educación es demasiado valiosa como para suspenderla por condiciones climáticas.
Por María de la Luz González, Directora ejecutiva Fundación Educacional Oportunidad.